En mi experiencia como terapeuta y docente en diferentes tipos de
grupos, de terapia, educativos o de autoayuda (de duelo, de padres
divorciados, de mujeres y hombres emprendedores, de educadores,
entre otros) he observado como las personas necesitan ser tenidas
en cuenta, reconocidas, escuchadas sin censura, siendo esto tan
esencial como lo es respirar. Esta necesidad, frecuentemente
escasa genera altos niveles de estrés, en ámbitos
laborales o sociales e incluso en la familia o en la pareja, donde
abundan los conflictos o formas de comunicación que
producen más desencuentros que encuentros.
Contar con un grupo de pertenencia donde poder expresarse, dar y
recibir información confiable, afecto o reconocimiento
mejora la calidad de vida, ayuda a recuperar el equilibrio perdido
y da bienestar por ser el grupo un continente de red real y no
virtual.